jueves, 21 de abril de 2011

Tales of... Witchcraft: Condena de amor.

En la ciudad de los muertos, en una modesta casa del centro de la ciudad, una familia preparaba a su pequeña hija de cinco años para su ceremonia de iniciación.
La chiquilla estaba nerviosa y asustada, pues para ello tendría que cruzar el mar de almas pero, no estaría sola. Su madre la acompañará en el viaje y será la testigo del ritual.
El aire se volvió más pesado de repente, los objetos de la casa empezaron a envejecer y a perder su lustre y el caluroso sol que entraba por las ventanas se convirtió en un frío helado y oscuro. En el centro de la habitación se abrió un portal del que emergió una horrible figura deforme.
La madre de la joven niña agarra a su hija y la protege colocándose delante de ella. Una enloquecida y demente carcajada metálica resonó por toda la casa. Mientras preguntaba por que no había sido avisada de tal acontecimiento. La madre se arrodilla ante la nueva presencia y con voz temblorosa le pide clemencia por su ofensa. Un huesudo y putrefacto brazo se extiende para agarrarla del cuello y acercarla a su horrible cara. Con un rechinar metálico salido de su mandíbula le dice a su hija que ella será la testigo de la ceremonia de su nieta.
En aquél momento Fausto, el padre de la niña, descendió por las escaleras de madera envejecidas por la presencia de la horrible abuela. Miró a su suegra con desprecio pero bien sabia que no podía hacer nada contra ella, así que le rogó que soltara a Euclide.
La vieja soltó a su hija y se acercó a su pequeña nieta para llevársela con un portal hacia el Tratado.

Hacía frío y la pequeña temblaba por la gélida bruma que provenía del extenso mar de almas que tenían frente a ellas. La vieja se quitó su sayo y tapó a su pequeña nieta en un caluroso gesto. La pequeña miró con gratitud a su abuela por primera vez.
Al llegar al dominio de las dementes Parcas, estas arrancan un pelo de la rubia melena de la niña y predicen el futuro de esta con su único ojo compartido. El pelo de transforma en unas letras doradas y brillantes que dicen:



“Maldito sea aquél pobre infeliz que te ame por que sufrirá por el fuego de la soledad eternamente”

La pequeña mira a su abuela y con su voz infantil le preguntó si eso significaba que no podría amar a nadie por miedo a que este sufriera eternamente. La vieja hace rechinar sus dientes metálicos y le responde que ella podría apagar ese fuego y apaciguar su soledad.
La niña sonríe con una cara de agradecimiento mientras las dos cruzan el extenso mar de almas en la barca de Caronte.

Firma: Al Frost y Shadow.

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